viernes, 20 de mayo de 2011

De repente

¿Sabes esas noches en las que uno es feliz? No es que estés feliz, es que eres genuinamente feliz, con sonrisas que no cesan.

No necesitas casas grandes, ni el último Ferrari, ni dormir sobre millones de billetes, ni conocer famosos, ni vivir en grandes ciudades. Y no es que no lo quieras, porque sí lo quieres, pero en esas noches de magia desbordante, esas calles que recorres a diario mientras maldices el tráfico y el calor, esas mismas calles se convierten bajo la luna llena.

Y hay un coche. Siempre hay un coche que no es ni el más nuevo ni el más lujoso, pero te deja una ventana para la luna y verla apagarse como una bombilla con sólo cerrar un ojo. Después, cuando no te cabe más felicidad en las manos y te encanta vivir en medio de pequeñeces, se atraviesa un lago que en los días normales baña la ciudad sin pena ni gloria pero que, de noche, brilla y ve danzar la vida. Ahí vienen las canciones perfectas de genios ya muertos y un montón de cigarrillos compartidos con la gente adecuada.Y vuelas. Y te ríes de cualquier cosa. Y te sientes en el lugar correcto, capaz de recorrer el mundo sin moverte de tu asiento.

¿Las reconoces, esas noches? Porque te deseo miles como esa, hasta que te acostumbres a ser feliz y no solamente a estarlo.

Después de eso, sólo queda volar y dormir entre nubes hasta que el sol nos despierte.

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